EXTENSIÓN DEL HIELO MARINO DEL ÁRTICO

 


El hielo marino del Ártico alcanza su extensión mínima cada septiembre, mientras la extensión máxima suele alcanzarse cada mes de marzo.

Por tanto, siempre ha existido una oscilación anual. El problema es que esta variación anual en la extensión de la banquisa se está incrementando mucho y el mínimo anual ha caído abruptamente en las últimas décadas.

También está disminuyendo el máximo de extensión anual, aunque por ahora en menor medida como veremos a continuación.

Hay que tener en cuenta que el calentamiento en el Ártico ha sido tres veces más rápido que en el resto del planeta en el período 1971-2019, en lo que se conoce como amplificación ártica.

La NASA y el Centro Nacional de Nieve y Hielo en Boulder, Colorado, utilizan satélites para observar la extensión del hielo marino.

Se considera que forman parte del hielo marino aquellas áreas en la que los sensores satelitales muestran que los píxeles individuales están cubiertos por hielo al menos en un 15%. El área total resultante, con una concentración de hielo de al menos el 15%, para un día concreto, es lo que se considera cómo extensión del hielo marino para ese día.

Pues bien, esta es la extensión de hielo marino del Ártico a 14 de septiembre de 2023,



Puede observarse cómo la superficie medida está muy por debajo del promedio para esa fecha en el período 1981-2010.

El hielo marino del Ártico se está reduciendo a un ritmo de 12,6% por década, en comparación con su extensión promedio para ese período.

El siguiente gráfico muestra la superficie mínima de hielo marino alcanzada cada septiembre, desde que se disponen de mediciones por satélite (1979),




La primera conclusión que sacamos al analizar esta gráfica es que, a pesar de las lógicas fluctuaciones, en los últimos 15/16 años la tendencia a la baja ha sido muy considerable.
En datos, la extensión del hielo marino de 2012, con 3,41 millones de km2, es la más baja registrada por satélite.
Le sigue 2020 con 3,74 millones de km2.
Y después están años como 2007, 2016, 2019 ó el actual 2023 con una extensión ligeramente por encima de 4,1 millones de km2.


¿Llegará un momento en que el hielo marino del Ártico desaparezca en septiembre?

Aquí se podría generar cierto debate pero casi todas las evidencias apuntan en una dirección.

Según un estudio publicado recientemente en la revista Nature Communications, un grupo de científicos de Corea del Sur, Canadá y Alemania, tras realizar simulaciones utilizando datos de observación de los años 1979-2019, han concluido que el primer mes de septiembre sin hielo marino en el Ártico llegará entre los años 2030 y 2050, lo cual sería incluso antes de lo previsto por el peor de los escenarios manejados hasta la fecha.

Estrictamente hablando, la ausencia de hielo implicaría una superficie inferior a 1 millón de km2, ya que podría resistir hielo residual a lo largo de las costas, sobretodo al norte de Groenlandia y de la isla Ellesmere, zona que se espera sea el último refugio del hielo marino ártico.


Es probable que el ritmo de disminución de hielo marino por década se acelere debido al ciclo de retroalimentación positiva hielo-albedo.
A medida que se derrite más hielo marino durante los veranos boreales la superficie del océano se vuelve más oscura por lo que su albedo disminuye, disminuyendo así la cantidad de energía solar reflejada y aumentando la temperatura de las aguas superficiales. Esto incrementa el deshielo y el proceso se acelera.

Pero también es cierto que al derretirse el hielo que flota sobre el océano, la salinidad de las aguas superficiales cambia, volviéndose más dulce, y por tanto con una temperatura de congelación menos baja que la que presenta el agua con alta salinidad.


De esta forma, la tasa de crecimiento del hielo marino sobre aguas con menor salinidad aumenta considerablemente respecto a aquellas con mayor salinidad, al llegar las primeras semanas del otoño, reducirse la radiación solar bajar mucho las temperaturas. 

Este efecto se observa perfectamente en la pendiente para el mes de octubre de la gráfica correspondiente al año 2012, que fué cuando se alcanzó el mínimo de extensión de hielo marino.




Por tanto, una buena parte del hielo marino del Ártico se recupera en invierno, y se seguirá formando banquisa sobre gran parte del Océano Ártico en inviernos futuros, a pesar de que se alcance ese escenario extremo en el que en septiembre el Océano Glacial Ártico quede prácticamente libre de hielo.
Es cierto que estamos lejos de los millones de km2 que se alcanzaban en marzo en los 80s.

Y yo no tengo tan claro que el Ártico se vaya a quedar sin hielo marino en septiembre en las próximas dos décadas. Habrá que ver la evolución en los próximos años porque en ocasiones se dán efectos rebote inesperados y tampoco somos adivinos con una bola de cristal.

El principal problema que veo para que se frene el proceso de deshielo, es que la capacidad del hielo para mantener el calor en el océano, actuando a modo de 'manta', depende no sólo de la extensión de la banquisa sino también de su espesor.

El hielo de varios años (hielo perenne) suele ser más grueso y resistente que el hielo de primer año.
Las evidencias indican que este hielo de varios años cada vez escasea más, con una reducción muy notable en la última década y media, y por tanto la joven capa de hielo marino constituida cada invierno es susceptible de derretirse antes y es menos eficaz para frenar el calentamiento de las zonas árticas.



Este es el espesor actual del hielo marino en el Ártico,



En pocas zonas se superan actualmente los 3 metros de espesor. El hielo perenne es el que está presente en las áreas de mayor espesor.

La tasa de crecimiento del grosor del hielo marino varía, de forma que durante las primeras semanas de congelación gana grosor a gran velocidad, pero a partir de 1 metro de grosor ralentiza mucho su crecimiento, tal como se aprecia en la siguiente gráfica (tasa de crecimiento del hielo en cm/día en función de su grosor)




Es importante reseñar que el derretimiento de la banquisa, es decir, del hielo marino, NO contribuye de forma directa a la subida del nivel del mar, debido a que el hielo marino se forma a partir del agua del mar sobre la que flota. El volumen total del conjunto es por tanto prácticamente el mismo.

El derretimiento de hielo terrestre, cómo el que ocurre en la meseta de hielo de Groenlandia, sí contribuye a la subida del nivel del mar, al ser agua que estaba atrapada sobre tierra firme y pasa a engrosar el volumen de los océanos.

Obviamente sí hay una contribución indirecta, ya que como he comentado anteriormente, la ausencia de hielo implica un aumento de la temperatura de las aguas marinas en zonas polares, y ese calor se transfiere a la baja atmósfera, además de implicar cierta dilatación de las aguas oceánicas. 

Por otro lado, pueden verse alteradas las corrientes marinas, que tienen mucha importancia en esa zona e influyen sobre la distribución de la banquisa.

La banquisa ártica también depende de factores dinámicos. Durante su estancia en el Ártico, el hielo se mueve impulsado constantemente por el viento y las corrientes marinas, acumulándose en unos sectores y dejando libres otros.
En un período medio de unos 5 años, las placas de hielo ya han completado su viaje por el Ártico, siendo expulsadas hacia mares más cálidos por los distintos estrechos.

El deshielo en las aguas del Ártico está propiciando que ya sean navegables durante amplios períodos de tiempo a lo largo del año.  



Muchos países y empresas se frotan las manos ante las previsiones que llegan para las próximas décadas, que permitiría abrir nuevas rutas marítimas y acortar los tiempos de viaje de las mercancías. En el contexto geopolítico actual podemos pensar también en las oportunidades militares que se presentarán.



Esquema de las nuevas rutas del Ártico creado por PierNext, Port de Barcelona

Si la ruta Transpolar se convierte en una realidad en décadas venideras será un claro indicador de que el peor de los escenarios en términos climáticos se habrá alcanzado.



Comento el escenario más extremo, pero no es una certeza sino una posibilidad en base a la tendencia de decrecimiento de hielo marino actual, que por supuesto no tiene porqué mantenerse en los próximos años.

Los que deben adaptarse rápidamente a las nuevas condiciones que ya imperan en la zona, son los animales que habitan estos ecosistemas. Osos polares, zorros árticos y focas pierden su hábitat durante unos meses, mientras otros como las orcas disfrutan de la prosperidad de la vida submarina favorecida por el ciclo regular de fusión-congelación de las aguas.

Por lo pronto y volviendo al tema climático, a partir de ahora, y cómo ya reflejan los modelos numéricos, las temperaturas en zonas árticas irán descendiendo debido a la menor radiación solar incidente y comenzará la fase de congelación anual de las aguas marinas. Sin duda este invierno la banquisa ártica alcanzará de nuevo una bonita extensión.



Sirva como ejemplo de lo que sucede cada año, la diferencia de banquisa entre septiembre de 2020 y marzo de 2021



Iremos siguiendo su evolución.

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